LA COLUMNA DE LOS HONORES
No creas que me agrada demasiado estar aquí... Cuentan cosas extrañas sobre la Columna de los Honores. Nombres que se graban solos; otros que desaparecen por más que una mano artesana y diestra se empeñe en grabarlo.
Una de las emperatrices de Ántico mandó grabar el nombre de un familiar a su muerte, para honrarlo. Después, quiso hacer lo mismo con otro de ellos, pero el nombre desapareció. Por más que la emperatriz insistía, el nombre no duraba más que unas pocas horas sobre la losa, cuyo material muchos atribuían al mismísimo Submundo. La emperatriz llegó a sacrificar a los escultores, culpándolos. Los rumores pronto se extendieron y aquella suerte de maldición acompañó a la emperatriz hasta su tumba. Los rumores atribuían aquel extraño suceso a mil cosas distintas, hasta que el hecho quedó en le olvido. Años más tarde, sin que nadie volviera a poner una mano encima de la Columna, la piedra empezó a resquebrajarse y otro nombre apareció en ella. Nadie comprendía el origen del mismo y finalmente se estableció que la Columna de los Honores elegía qué nombres eran dignos de formar parte de ella. Helos ahí. Si lees la saga hasta su final descubrirás por qué.
En lo que a mí respecta, hemos terminado aquí. ¿Nos vamos? Aún hay mucho por ver.