Tanray Vakko tiene 24 años y lleva cuatro ocupando el trono brujo de Ántico. A lo largo de ese tiempo se ha dado cuenta de que muchas cosas no son como le gustaría y, a pesar de las mil advertencias de su entorno, la joven emperatriz dará inicio a una serie de alocadas iniciativas que derivarán en una peligrosa guerra.
Cuantos más objetivos se fija, más grande se torna su ambición, hasta alcanzar la incomparable gesta de invocar a Caronte, el barquero de la muerte y sellar un pacto con él: la inmortalidad a cambio de almas.
Quince años más tarde, e impactados aún ante esta realidad, pocos son los que osan enfrentar a la emperatriz inmortal; pocos los que conservan el espíritu rebelde de su hija Listhy, la eterna princesa, esa que nunca será heredera de Tanray, cuyo nivel de exigencia con ella es, no obstante, tan exacerbado como su codicia por conquistar cada rincón de Átraro.
Desgranando sus días junto a los esclavos de Telasia, Listhy llega a sentirse una más, y allí las ansias de libertad de uno de ellos, Drasean, serán el asidero para que la joven princesa trate de llevar a cabo una rebelión que no se presume sencilla contra su madre.
“Hasta aquí tu imperio. Ahora empieza el mío”.
Draydas Vakko es el hijo de Listhy y nieto de Tanray. Tiene 19 años y su vida perfectamente marcada: siendo el menor de cuatro hermanos, de él solo se espera que cumpla con diligencia en cualquiera de las dos legiones, lideradas por sus hermanos: Axneon, en las Áureas; Raoun, en las Aes. Nessalya, por su parte, ocupará el trono como emperatriz.
Así las cosas, la vida de Draydas ha estado marcada por la indolencia y la despreocupación. Su gran pasatiempo está en el Auditorium, donde podría pasar las horas muertas embelesado con los skrives, los oráculos de su madre: no hablan sin ser preguntados, no juzgan, no pueden mentir ni sentir absolutamente nada; sobre sus pieles sangrantes, anuncian los vaticinios divinos. Él añadiría que son preciosos, especialmente la joven de cabello rojo y ojos verdes.
El regreso de su abuela, sin embargo, lo situará en el centro de un peligroso juego de guerra, exigiendo de él cada una de las virtudes que hasta ahora no se había molestado en exhibir; virtudes que pocos saben que posee y que algunos se empecinarán en sacar a relucir.
Listhy y Tanray anuncian una fuerte colisión por las disputas de antaño y sus hijos y nietos serán herramientas para una y para otra, especialmente Draydas. ¿Podrá apartarse del choque que preparan o será una víctima en aquella despiadada batalla? ¿Podrá ayudarlo aquella joven incapaz de experimentar la más mínima emoción?
A los siete años, un niño ántico accede a la Praes, la legión de formación, donde se le instruirá en el arte de la guerra y la Alta Brujería en combate. A los dieciséis, accederá a la Argentum, la legión de plata licántropa. Allí servirá durante un año en el que se dedicará a la guardia de Ántico y conocerá cada rincón de la terra bruja. A los diecisiete entrará en servicio con la Aes, las legiones de estabilización, y viajará a terras conquistadas para conocer su desarrollo en un territorio eminentemente hostil. Será su contacto más cercano a la guerra hasta que, al finalizar los dos años establecidos, accederá a las legiones Áureas, donde entrará en combate. Después de otros dos años allí, a los veintitrés, un brujo podrá elegir entre servir en las Aes o en las Àureas.
Durante la cuarta luna de la tercera era, no obstante, una generación de brillantes brujos rompió todos los tiempos establecidos: Resryon Vakko, hijo del emperador Doroyan Vakko y otros once muchachos más bajo su mando: completaron de forma brillante su instrucción en la Praes a los trece años, cumpliendo el correspondiente ciclo de servicio en la Argentum hasta los catorce. Entonces, accedían a las Aes en terras vampiras y, como nunca antes se había visto, entraban al servicio de las Áureas con apenas dieciséis años. Dos después, ratificaban su voluntad de seguir en las legiones doradas y, cumpliendo de forma brillante durante las campañas de invasión, habían llegado a ostentar el mando de sus propios batallones.
A la generación de oro de la Praes, liderada por Resryon Vakko, la llamaron la Augis. El inicio de la leyenda.
Liatli Hassul es descendiente de Tanray Vakko, la emperatriz bruja que dio inicio a la cruenta expansión del imperio ántico y también a la maldición de Caronte. A pesar de eso, la joven vive muy alejada de la grandeza y la ostentación de su linaje, pues forma parte de la rama apartada de la dinastía, aquella a la que Tanray ninguneó en su voluntad por dejar clara una línea de sucesión de la que, no obstante, no pensaba hacer uso, debido a a su inmortalidad.
A pesar del ostracismo al que la rama Hassul fue sometida, Liatli no ha dejado nunca de mirar a la todopoderosa Ántico alimentando el deseo de venganza con el que ha crecido, sintiéndose, sabiéndose dueña del trono brujo y su grandeza.
El día de recuperarlo, se acerca, pero consciente del colosal poderío militar de la Vakko, todos los recursos parecen pocos y la noche en la que todo se precipita, los aliados empiezan a fallarle a la joven bruja, poniéndolo todo en peligro. Al fin y al cabo, ¿cómo iba a ser capaz una joven de apenas veinte años de desafiar al imperio brujo?
Las crónicas describían a Liverna como una prisión sin barrotes ni celdas, sin cadenas ni grilletes porque el peor encierro es el que se da en uno mismo, bajo el peso de la culpa y de los reproches.
Poco o nada quedaba de Resryon Vakko cuando el joven general de la Leggio, hijo del emperador traicionado, llegó a los páramos carcelarios de Liverna, más allá de las montañas de Tántanos. Lodazales que lo vieron arrastrarse y llorar; ciénagas que sepultaron la leyenda, desnudándolo hasta convertirlo en un fantasma, en un sombra.
Pero alguien caminó a su lado durante cinco años, silencioso, cuidadoso, leal, entregándole lo único que Resryon necesitaba para alzarse: una razón.
“Puedes perder un imperio y seguir adelante, ¿pero sabes sin qué no puedes continuar? Sin un motivo. Busca siempre un porqué, un algo o un quién por el que merezca la pena luchar”.
Doroyan Vakko
La princesa Ladasdir asciende al trono blanco después de que su padre, el rey Yestian, haya enfermado gravemente. Los elfos no sucumben ante la muerte, pero sí padecen dolencias y afecciones que lastran y minan su existencia; muchas veces incurables en esos tiempos antiguos.
Así las cosas, la joven reina debe reunirse con los soberanos del Imperio de la Noche en aras de determinar posiciones ante el complejo equilibrio que allí se vive: terras sometidas al nuevo imperio fundado por la emperatriz Tanray.
Laubrok es el rey brujo de Telasia, una territorio antiguo y modesto en la vasta Noctia, donde su actitud sumisa hacia Ántico, en aras de mantener la paz, no es bien vista, cosa que le ha granjeado muchos enemigos entre su propia gente. Lo que el pueblo no sabe es que su rey mantiene un idilio secreto con Daeryan Vakko, hermano del emperador Hared Vakko, y que este está dispuesto a ayudarlo a tumbar al Imperio, dadas las desavenencias que lo enfrentan al emperador.
La aparición de Ladasdir, sin embargo, dará al traste con todo. ¿Podrá la reina elfa ayudar a Laubrok a contener las intrigas que se gestan en el seno de su reino? ¿Cuál será el precio de ese apoyo? ¿Y el de situar a Daeryan en su contra?
Un corazón roto puede prender una furia irracional.
Una mente rota puede dotarlo de una frialdad asesina.
Oyin es un joven elfo que mora en la región de Cyma, donde los de su especie estudian a los diferentes elementos para aportar sabiduría a su sociedad. El aire es su favorito y en el arpendizaje del viento invierte buena parte de su tiempo.
Un viaje a Middoborg, Ciudad de Gobierno y región en la que moran sus padres, lo llevará a conocer a Jills, de la que se enamora perdidamente. La joven elfa forma parte de la Trigésimo Quinta expedición, que partirá a tierras mortales, como es tradición desde tiempos inmemoriales. Y Oyin accederá a acompañarla para no separarse de ella.
En Luzaria, el joven será el escogido para llevar a cabo una incursión en la desconocida Átraro en pos de sumar más conocimiento para los elfos, pero todo se trunca cuando Oyin se cruza con Zessa Velzur, la vampira Primigenia, la primera de su especie.
Zessa lo arrastrará hasta su terra: Kaulas, y allí lo someterá a todo tipo de torturas y castigos hasta convertirlo en alguien completamente diferente: un vampiro a su imagen y semejanza, una pieza clave en sus planes de confrontación contra el Imperio brujo de Ántico.
“Puede que el viento arrastre consigo todas tus penas; pero es caprichoso y cambiante. Su helada caricia también te recordará lo que perdiste. Siempre”.
Han pasado dos años desde el final de todo. Los elfos antiguos fueron acogidos en Luzaria, donde se ha reestablecido un nuevo orden, al igual que sucediera en Noctia. Pero el paso del tiempo despierta los fantasmas adormecidos con un susurro amenazante: no puede disfrutar de la paz quien ha nacido con un don para la guerra.
"Siempre habrá una última batalla". Resryon se despierta todos los días con esa frase latigueando en su mente. Es consciente de que llegará un punto en el que afrontar su compromiso será cada vez más complicado, pero no está dispuesto a renunciar a todo cuanto ha conseguido; al menos, no sin luchar por ello.
La posibilidad de salvarlo sin condenarse es mínima, pero existe. El Muro que primero dividió y después aprisionó, puede ahora constituir un reducto de salvación para afrontar la lucha sin dañarlo todo. El último bastión.
Invocar a los Elíseos allí es posible, pero luchar en las legiones divinas no tiene nada que ver con hacerlo en las Áureas ni en ningún otro ejército y por delante tendrá un duro aprendizaje, si no desea volver a cruzar la frontera.
En esa lucha no estará solo, pero prepararse para esa soledad será la mayor de las lecciones. Para él y para todos.
"Será eterno. Seremos eternos".