Jaren es el hijo del rey de Isalia, un muchacho sencillo y cercano a pesar de su posición, que encuentra en la humilde aldea de Vianta su propio y anhelado lugar. La amistad que allí traba con Erik y su gente le hacen reacio a volver a casa una vez su misión como soldado del rey ha terminado allí; máxime cuando la oscura amenaza de unos enormes lobos que despedazan a algunos lugareños se cierne sobre la aldea.
La conversación que el príncipe de Isalia mantiene con un viejo granjero, cuya esposa ha perecido en las fauces de una de esas terroríficas criaturas, le ponen sobre la pista de una vieja hermandad que antaño cazaba a una extraña raza de lobos. Durante una de las aterradoras noches que viven sus habitantes, Jaren conoce a una misteriosa joven a la que ayuda a escapar de esos animales. Incapaz de dejar de pensar en ella, sus caminos vuelven a cruzarse cuando Jaren es secuestrado por un misterioso clan que quiere ponerle a prueba.
Para ello, tiene una semana en la que será entrenado por la hermosa Dayrsenne. Pero la joven no es la única que está dispuesta a ayudarle a vencer a Andras, líder del clan. En su victoria o su derrota, hay mucho más en juego de lo que él mismo espera.
Tras hacerse con el liderazgo del Clan del Norte, las cosas no son nada sencillas para Jaren. Ganarse a aquellos que le ven como un humano y a quienes él mismo ha reconocido su antipatía le llevará mucho más de lo esperado. Centrado en mantener al clan lejos de los humanos, Jaren topa con Erik, convertido ya en un miembro de pleno derecho de la hermandad. Lo que no podía esperar de él es que este tuviera intención de arrastrarle a Esteona con un objetivo tan alocado como surrealista.
Su estancia en el castillo de la princesa Lesla le traerá a Jaren un sinfín de quebraderos de cabeza, de los que logra salir de forma inesperada. No obstante, su regreso al clan del norte es, si cabe, aún peor de lo que era y aunque el muchacho sabía que la aparición de los Absis, reclamando venganza por la muerte de Gainax, sería sólo cuestión de tiempo, Jaren se ve en la obligación de entrar de lleno en la guerra contra el otro clan licántropo.
De nuevo, la figura de Ripler se erige en fundamental para los objetivo de Jaren, unos objetivos que más allá del ataque Absis, venían marcados de lejos.
Fijada la alianza entre síkeros y norteños, sólo los absis se muestran contrarios a la reunificación licántropa. La única esperanza de que esta pueda llevarse a cabo es Kaylan, uno de los hijo de Gainax, a quien une un extraño y confuso sentimiento hacia Lesla, del que tratarán de obtener provecho. La llegada de Aldoc y la revelación de la misión originaria de una hermandad muy distinta a la que conocían supondrá un punto de inflexión en su camino hacia una reunificación que se hace más necesaria que nunca. Sin embargo, la posible desaparición de clanes lleva implícita también la de sus líderes, para bien o para mal. Un sinfín de dudas y preguntas que encontrarán su respuesta en la misteriosa ciudad licántropa de Zaraón; origen del conflicto y llamada ser final del mismo.