El rayo fue una espada sobre la tierra. Después llegó el rugido y corrimos a refugiarnos. El cielo era un amasijo gris de furia que se revolvía amasando la tormenta y anticipando la noche. La cálida brisa de la tarde se había tornado fría y punzante. El trueno retumbó en la cumbre y nuestros pasos se hicieron más veloces; por momentos, volamos, alejándonos del bosque, cuyos árboles eran los huesos quebrados de algún viejo dragón derribado.
Imagen: 12019 (Pixabay).
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