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Un Dios

De pequeño había deseado ser un dios, ser capaz de crear un mundo a su antojo, habitado por seres a los que él mismo hubiera dotado de vida. Habría pintado un cielo violeta de exóticas aves y llanuras doradas extendiéndose ante sus ojos. Hubiera fabricado tardes eternas en las que el tiempo fuera un juego malabar que dominase. Entonces descubrió los libros y un rayo iluminó su mente, dotándolo de aquel poder que siempre había anhelado. La lectura le daba la posibilidad de jugar a ser aquel dios, sumirse en la fantasía y viajar a universos de ensueño. Y jugó.


Imagen: thommas68 (Pixabay).

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