Cada noche, el cielo se vestía con millones de estrellas, fulgores plateados que emulaban lentejuelas, y la sombra del castillo se alzaba, regia y orgullosa, sobre el valle. Las notas de cuerda danzaban a través de los enormes ventanales, abandonando los imponentes salones y fundiéndose con la magia de la noche. Los vestidos flotaban en gráciles vaivenes de los bailes que se eternizaban hasta el alba. Después, la sombra del castillo se derrumbaba, convirtiéndose en un sueño.
Imagen: ELG21 (Pixabay)
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