Los zapatos le iban grandes, pero al subir a la barquita de su abuelo, desde la suave arena de La Caleta, lo primero que hacía era quitárselos. El viejo sonreía mientras remaba.
-Hoy lo encontraremos, verás -anunció-. Las estrellas nos guían.
Y era difícil no creerlo. El cielo era un sueño, un manto de terciopelo salpicado de puntos de luz.
-¡Ahí está! -gritó el chiquillo.
Con esfuerzo, subieron el cofre a la barca y lo abrieron.
-No hay nada -lamentó el niño.
-Sí lo hay; es un tesoro invisible: es tiempo. El que ahora pasamos juntos y ya no regresará.
Imagen: anncapictures (Pixabay).
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