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Al Otro Lado de la Ventana

Al otro lado de la ventana, el frío es un fantasma que se arrastra sobre el suelo y te envuelve con su abrazo de escarcha, arrancándote el aliento y helándote el alma. No lo percibo en mí, pero sí en aquel en mendigo que, noche tras noche, se arrebuja entre los cartones junto a su perro, buscando una calidez que, seguramente, imagina más que siente.


Al otro lado de la ventana, el cielo cubre el sol con un manto de nubes y entierra su áureo fuego bajo el arrullo de la noche serena, que prende la luna, enfrentando a la tiniebla. Las estrellas se iluminan, una a una, como refuerzos de plata ante la negrura, lentejuelas en el traje de gala del firmamento en esta noche de brujas.


Hoy algo es diferente al otro lado de la ventana. No solo por las voces de los niños que recorren las casas ofreciendo un trato con truco en la búsqueda de un dulce tesoro; hoy no esconden sus monstruos, sino que los enfrentan con sus mejores armas: risas, juegos.


Los puntos de luz no solo caen del cielo. En los jardines, en las ventanas, en los portales... Grotescas expresiones enfrentan a la noche desde sus máscaras naranjas. Burlescas sonrisas, ojos perdidos en una nada que ni siquiera guía la luz que les sale de las entrañas.


Al otro lado de la ventana, las brujas pasan hoy inadvertidas, los monstruos se fusionan con el folclore en un aire de fiesta diferente al triste penar de sus días de siempre. Los caminos en las afueras son más oscuros, más tenebrosos. Las pesadillas cobran vida en una noche de aquelarre velado. Y sin embargo, todo es un juego.


El danzar de las escasas hojas descolgándose desde las ramas de los árboles desnudos marca una sinfonía muda, que no se oye, pero se intuye. Llegan al suelo, adhiriéndose al pavimento mojado y quedan plasmadas como acuarelas cuando las botas ligeras que buscan cobijo en la calidez del hogar las pisan, estampándolas. Al otro lado de la ventana, el mundo es un lienzo de negro y naranja, de marrón y ocre y amarillo.


Crepitan las castañas en algún fuego y su olor se alza, casquivano. Llegaría hasta mi olfato si... si el frío y la lluvia, el viento que abofetea a ráfagas, las risas, las carreras, las calabazas y los monstruos quedasen realmente al otro lado de la ventana. Pero lo único que ahí queda es mi reflejo en su cristal, dentro de aquella casa en la que algún día viví. Hoy muero fuera de ella y en esta noche de fantasmas me calzo la ilusión de regresar a mi cuarto, arrebujarme en mi manta y ver el mundo pasar. Solo una espejismo, pues inmóvil, frente al vidrio, la vida discurre a mi espalda. Y cuando el alba despunte, seguiré siendo un recuerdo al otro lado de esta ventana.




Foto: Free Photos (Pixabay)

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